En la inmensidad virgen de la Antártida, donde reina el silencio y la naturaleza ejerce su soberanía, a principios de diciembre se descubrió algo inquietante: un hangar histórico de aviones de la bahía de Balleneros, en la isla Decepción, había sido pintarrajeado. Este acto de vandalismo contra un monumento protegido desencadenó una urgente misión de restauración dirigida por Oceanwide Expeditions, en colaboración con el UK Antarctic Heritage Trust (UKAHT), para preservar este pedazo de historia.
Durante décadas, Oceanwide Expeditions ha ofrecido viajes a algunas de las zonas más remotas de las regiones polares. Bahía Balleneros, en la isla Decepción, es una parada clave en muchos viajes antárticos, donde un impresionante telón de fondo de montañas nevadas enmarca los vestigios de la historia humana, incluida una antigua estación ballenera y de investigación. Los restos de estos edificios están reconocidos como monumentos históricos por el Tratado Antártico. Lugares como éstos son ideales para la educación, ya que ofrecen a los visitantes toda una serie de conocimientos, desde la geología volcánica de la isla hasta su rica historia de exploración.
Al frente de esta misión estaba Adam Turner, Jefe de Operaciones de Expedición de Oceanwide Expeditions. Cuando se enteró del caso, se mostró incrédulo: "No puedo entender cómo alguien piensa que es aceptable", dijo, haciendo hincapié en la naturaleza única y protegida de la Antártida. Aunque reconoce que el graffiti puede ser un tema subjetivo, afirma: "No hay absolutamente ningún lugar para ello en la Antártida, especialmente en un monumento histórico protegido por leyes internacionales".
Con más de diez años de experiencia trabajando en la Antártida, el vandalismo también tocó una fibra personal: "Los edificios pertenecen al British Antarctic Survey, que es donde trabajé por primera vez en la Antártida, y mi tío también trabajó para ellos. Así que es triste que alguien desfigure una parte del patrimonio, no sólo antártico, sino del British Antarctic Survey, que me tomé como algo personal".
Foto de Adam Turner
El propietario de Oceanwide Expeditions, historiador él mismo, también se tomó la noticia muy a pecho y se sintió indignado por el acto vandálico. Decidido a actuar, Oceanwide se apresuró a apoyar las labores de eliminación de las pintadas. Adam propuso la iniciativa a UKAHT y empezó a formular un plan.
conocía a un par de contactos locales en el norte de Norfolk con experiencia en la eliminación de pintadas en edificios históricos, así que me puse en contacto con ellos", explica Adam, "y tras hacerles la oferta, elaboramos rápidamente un plan que tenía en cuenta tanto el proceso de eliminación como las consideraciones medioambientales". Tras las conversaciones iniciales con UKAHT, acordamos enviar un equipo sobre el terreno a Whalers Bay. Este grupo incluiría a los dos expertos Chris Beardsmore y Shaun Jeary y a mí mismo como guía de campo, pero también ayudando en la retirada".
Fotografía de Adam Turner
Con la experiencia combinada de los expertos de UKAHT y el equipo de Oceanwide, se estableció un plan de acción detallado, y UKAHT llevó a cabo el proceso de permisos necesario. "Todo el proyecto requería una acción rápida, y la fuerte colaboración entre UKAHT, sus expertos y el equipo de Oceanwide aseguró que estuviéramos listos para desplegarnos en cuestión de semanas", explicó Adam. "Chris y Shaun reorganizaron sus compromisos de trabajo con poca antelación para ayudar, y el proyecto no habría sido posible sin ellos".
En Argentina, el equipo empezó a comprobar las provisiones y el equipo. Una vez a bordo del Ortelius, los preparativos continuaron con la estiba de provisiones y equipos en contenedores de uso sobre el terreno, la familiarización con los equipos y la coordinación con la tripulación del buque, que estaba a la espera en caso de emergencia.
Fotografía de Adam Turner
"Había una gran expectación por llegar allí", cuenta Adam. A pesar de su década de experiencia en la Antártida, cada expedición sigue siendo un reto impredecible: "Nos adentrábamos en lo desconocido, sin haber pasado nunca una noche allí y sabiendo lo cambiantes que son las condiciones", recuerda.
Las condiciones impredecibles y a menudo duras del entorno antártico, caracterizado por su clima notoriamente cambiante y sus vientos feroces, estaban a punto de poner a prueba al equipo de expedición de primera mano a su llegada: "Hacía mucho viento, y con él llegaron las olas que rompían sobre las zodiacs mientras nos dirigíamos a la orilla", explicó Adam.
La prioridad inmediata del equipo tras el mojado desembarco fue montar el campamento: "Nos despedimos del barco y eso fue todo, no hubo tiempo para la emoción", dijo Adam. El m/v Ortelius, su única conexión con el mundo exterior, ya había partido para regresar en cinco días como parte de su crucero programado. Aislados en el duro paisaje antártico y sin posibilidad de regresar hasta entonces, el equipo no tuvo más remedio que ponerse manos a la obra.
Fotografía de Adam Turner
Sobrevivir a las noches antárticas
Prepararse para las noches en la Antártida exige una planificación meticulosa: "Gran parte consiste en repasar los aspectos básicos del refugio, las provisiones y los contactos de emergencia", señala Adam. Su experiencia le ha enseñado que la adaptabilidad es clave: "Con el tiempo, aprendes a esperar lo inesperado, así que estábamos bien preparados para lo que nos echaran".
Más allá de las habilidades de supervivencia, Adam cree que el éxito de cualquier misión a distancia depende de un buen trabajo en equipo: "Probablemente una de las cosas más importantes trabajando a distancia es con quién trabajas a distancia", recalcó. Afortunadamente, Adam y su equipo tenían una base sólida: "Por suerte, los tres nos conocíamos de antes, lo que fue muy útil. Eso elimina los 'problemas interpersonales', por llamarlos de alguna manera".
Manos a la obra
El primer día completo trajo cielos azules y despejados, lo que lo convirtió en el más productivo para la eliminación de graffitis. El tiempo cambió poco después, con fuertes vientos y lluvias torrenciales que obligaron al equipo a ajustar su planteamiento: "Una mañana les dije a los chicos: 'Ni siquiera vamos a salir de la tienda'", recuerda Adam. Volaban escombros, y tuvieron que levantarse varias veces durante la noche para asegurar cuerdas adicionales en sus tiendas.
Cuando por fin amainó el viento, empezó a nevar: "Al día siguiente cayeron entre 15 y 20 centímetros en sólo cuatro horas. Pero al menos pudimos trabajar con la nieve", afirma Adam. A pesar de los desafíos, no terminar nunca fue una opción: "Sólo era cuestión de cómo lo haríamos y cuánto tardaríamos en hacerlo en cuatro días", dijo.
Fotografía de Adam Turner
La restauración en sí fue una operación delicada: dado el carácter protegido de la Antártida, el equipo tuvo que cumplir estrictas directrices medioambientales: "No podíamos utilizar nada que pudiera liberar partículas de plástico de la pintura a la atmósfera o al suelo, así que, en primer lugar, tuvimos que proteger el suelo, lo que supuso colocar capas de plástico grueso". La protección del medio ambiente era la consigna.
Minimizar la contaminación fue el reto más difícil, pero las temperaturas extremas añadieron otra capa de complejidad. "Llevamos tres productos diferentes, todos aprobados desde el punto de vista medioambiental, pero no sabíamos cuál sería el más eficaz hasta que los probamos". Algunos productos químicos tuvieron que "reactivarse" calentando agua y utilizando el producto en cuestión de minutos antes de tener que repetir la operación. "El producto químico debía ser un gel, pero se había dividido en sólido y líquido".
Después vino el minucioso proceso de fregado y raspado para restaurar la estructura preservando su integridad histórica: "Queríamos acercarnos lo más posible al original sin ser demasiado duros. Se trataba de encontrar el equilibrio entre respetar el pasado y reparar los daños", explicó Adam.
Una vez restaurado el hangar con éxito, se sintió profundamente satisfecho al verlo devuelto a su estado original. De cara al futuro, cree que la educación es crucial para garantizar la protección de los lugares históricos de la Antártida.
Fotografía de Adam Turner
Más allá de una reglamentación más estricta del turismo antártico -como exigir que todos los buques que viajen a la Antártida se afilien a la IAATO (Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos)-, Adam considera que la concienciación y la educación son los motores del cambio real.
"Es importante comprender la historia de lo que ocurrió en la Antártida durante lo que llamamos la era científica. Bahía Balleneros fue un lugar fundamental para la investigación", explicó. En los años sesenta, el hangar desempeñó un papel clave en la exploración antártica, ya que servía de lugar donde se ensamblaban los aviones antes de volar más al interior del continente para investigar. "Si puedes mostrar a alguien un edificio y explicarle por qué era importante en los años sesenta, se irá con una mejor comprensión de por qué intentamos preservar la Antártida".
Adam imagina un futuro en el que la comunidad antártica trabaje unida para ofrecer a los visitantes no sólo una experiencia inolvidable, sino también significativa, garantizando que cada viaje a la región sea una oportunidad para aprender, apreciar y proteger su frágil historia.
Imagen principal de Adam Turner